El multiinstrumentista y creador de La Bomba de Tiempo saca a la luz de dónde salen sus ideas no convencionales y por qué sus proyectos tardan en darse en público. Entre la meditación y la vibración, establece la conexión que hay entre familia y música. Un estudio del personaje que deja entrever por qué podría ser la revelación popular del año.
Vestido íntegramente de rojo, Santiago Vázquez se pierde entre sus compañeros cuando ya están ubicados, cada uno con su instrumento específico, en el descanso de la escalera colosal del patio de la Ciudad Cultural Konex, para dar lugar a La Bomba de Tiempo, el show de percusión e improvisación que cada lunes, desde 2006, hace vibrar el cuerpo y la mente de los espectadores. Detrás de los músicos, una pantalla proyecta el juego cómplice entre los artistas y el público, que se mantendrá en las dos horas que durará la fiesta.
Un saludo de bienvenida distingue al Director General del colectivo artístico: la cara de Santiago Vázquez, con micrófono en mano, se visualiza desde aquélla pantalla. “Buenas noches, gracias por venir. Como todos los lunes: ¡La Bomba!”, anuncia y agradece. La respuesta de los “invitados” -como Santiago llama al público- no tarda en sentirse: todos de pie, aplauden, silban y sudan, al tiempo que se preparan para mover el esqueleto.
Nuevamente Santiago se escabulle en el grupo, conformado por diecisiete integrantes.
El festejo que sacude el primer día de la semana terminó. Las secuelas tardan en irse. “Hay que quedarse tranquilo unas horas, dejar que decante la vibración”, explica Santiago, sentado en una tarima que forma parte del camarín, con una botella de agua mineral “sin gas” en su mano derecha, sobre el momento de meditación al cual debe llegar después de los shows, porque sino el efecto podría ser contraproducente. “Por ahí te dormís y a media mañana te levantás y quedás así (abre grandes los ojos verdes y crea una cara atónita)”.
De a poco Santiago tranquiliza su cuerpo, sus sentidos, pero su ropa y su pelo transpirados evidencian ese “eco” que suele llamar “post-Bomba”. Ahora la figura es él, sólo él. Porque en escena siempre es parte del montón artístico, una actitud que tiene presente en el momento de llevar adelante sus proyectos y que, en este caso en particular, sumado a su originalidad y trayectoria musical, plasmadas en La Bomba de Tiempo, le valió la nominación a los Premios Clarín Espectáculos 2009, como “revelación melódica popular”, que se entregarán el próximo 30 de noviembre.
- Si bien tu función en La Bomba es la de director principal, antes de que te toque asumir ese rol, sos uno más del resto. ¿Qué valor tenés del concepto “grupo”?
- Por un lado, es el desafío principal del colectivo. Ese es el trabajo que merece la pena, más que la calidad del trabajo individual. Pero creo que la capacidad que podamos lograr al trabajar en común es el valor real de ese concepto, que es lo que me llena de experiencia y aprendizaje.
- Hasta al público integran en el show…
- Totalmente. Yo siento que nuestra función es un rol dentro de `algo´ que está sucediendo y que es más grande que el grupo mismo: nos incluye a nosotros, a cada persona, al público en general, a los técnicos y hasta al barrio. Y eso es magnífico, porque nos sirve para manejarnos en comunidad.
A Santiago Vázquez le resulta habitué trabajar en equipo. Y gracias a la tolerancia de la unidad es como en más de diez años logró acaparar diversos y prestigiosos músicos, y conformar diferentes agrupaciones musicales en donde despliega su pura y flexible imaginación, combinada con su capacidad artística como multiinstrumentista.
El multifacético argumenta que cada trabajo que realiza le resulta necesario, ya que desde ahí se explicita su nivel de maduración. No obstante, hay algo más por lo cual se ve destinado a encararlo: “En algún lugar hay algo que me está exigiendo hacerlo”, cuenta y deja en claro que no sólo se trata de una elección. “No sé de donde despierta, pero es como la sed, una especie de necesidades puntuales que de pronto ¡tuc! (golpea con la mano izquierda su cabeza), se aúnan en una idea y ahí aparece esa vocecita”.
“Encarar un proyecto es como jugar a las damas: si no veo que la idea logra comer mi necesidad interior no me muevo, espero”. Aquí es cuando Santiago esclarece esa pizca de madurez que cree necesaria para desembocar en una producción: reflexión y motivación. “Tuve que esperar bastante hasta sentir que podía mostrar en público mi saber como percusionista”, manifiesta y hace referencia a Juan Carlos “Mono” Fontana -pianista argentino destacado y gran innovador del uso de la improvisación en vivo con diferentes instrumentos- como la persona que lo motivó para lanzarse “en el circuito de los bombos”, tras la convocatoria al dúo La Cangura, allá por 1996.
La intuición, guía de un improvisado
Definir a Santiago Vázquez resulta bastante dificultoso a la hora de encasillarlo en una labor específica de la corriente musical. Desde chico (1972), su ambición se centró en la búsqueda constante de nuevos sonidos, a través de la innovación combinada con el canto, la composición musical y el estudio de los instrumentos.
- ¿Cómo describirías la evolución que adquiriste, al poner en la balanza tu desarrollo hasta como productor musical?
- (Piensa elevando los ojos hacia arriba). Es un caminito, un paso te lleva al otro. Uno nunca sabe a dónde va ni por qué está dando el paso que da, simplemente seguís a la intuición.
- ¿Se podría establecer que la intuición fui tu guía?
- Sí. Según mi criterio, me parece muy importante creerle a esa percepción, no tenerle miedo, porque en la dirección que uno esté siempre habrá algo que valdrá la pena encontrar.
- ¿Qué fue lo que descubriste? (Antes de contestar, formula una sonrisa contagiosa, llena de picardía, recuerdos y ganas por seguir redescubriéndose.)
- Con la percusión volví a sentir la esencia de mi infancia, (lo dice entusiasmado).
Hace 29 años, el ahora director de orquesta de percusión y baterista profesional, se pasaba la mayor parte del día “jugando al músico”: ponía una serie de objetos de cocina en la alfombra de su comedor, en su casa, y “con palitos” les pegaba e inventaba canciones.
Así fue como, con el paso de los años, se decidió a tocar la batería. Pero mucho tiempo no duró, si no hubiese conocido el sentido de los instrumentos que hacen a la percusión y la libertad que esconde la experimentación.
Familia y música, una “delicada” combinación
El límite que un músico puede trazar entre la familia y el arte es dilatado. Y su combinación podría resultar “delicada”, como sugiere calificarla Vázquez que, siendo padre de dos niñas y esposo de una mujer que lo acompaña en cada proyecto que lo puede tener horas encerrado en su estudio de producción, concibe a la familia “como el sostén enérgico” de sus creaciones. “Es cierto que la familia y la música son dos mundos disímiles y conjugarlos bien, sin que se dañen, es dificultoso, pero –aclara- cuando la base en casa está bien yo puedo encarar con tranquilidad mi trabajo”.
Todavía sus hijas no han tenido la posibilidad de acompañarlo en sus diferentes conciertos. Sin embargo, desde que nacieron mamaron bien de cerca “el mundo” que rodea a Santiago Vázquez, ya que no puede desprenderse ni un minuto de los instrumentos.
Sin vacilar, el multiinstrumentista -que usa como bandera la intuición- se imagina a sus “nenas”, dentro de unos años, subidas a un escenario acompañando a su padre al ritmo de la vibración.
Por Agustina Heb
COMUNICACIÓN ESTRATÉGICA
Hace 6 años
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