viernes, 11 de diciembre de 2009

“Con la percusión volví a sentir la esencia de mi infancia”

El multiinstrumentista y creador de La Bomba de Tiempo saca a la luz de dónde salen sus ideas no convencionales y por qué sus proyectos tardan en darse en público. Entre la meditación y la vibración, establece la conexión que hay entre familia y música. Un estudio del personaje que deja entrever por qué podría ser la revelación popular del año.


Vestido íntegramente de rojo, Santiago Vázquez se pierde entre sus compañeros cuando ya están ubicados, cada uno con su instrumento específico, en el descanso de la escalera colosal del patio de la Ciudad Cultural Konex, para dar lugar a La Bomba de Tiempo, el show de percusión e improvisación que cada lunes, desde 2006, hace vibrar el cuerpo y la mente de los espectadores. Detrás de los músicos, una pantalla proyecta el juego cómplice entre los artistas y el público, que se mantendrá en las dos horas que durará la fiesta.
Un saludo de bienvenida distingue al Director General del colectivo artístico: la cara de Santiago Vázquez, con micrófono en mano, se visualiza desde aquélla pantalla. “Buenas noches, gracias por venir. Como todos los lunes: ¡La Bomba!”, anuncia y agradece. La respuesta de los “invitados” -como Santiago llama al público- no tarda en sentirse: todos de pie, aplauden, silban y sudan, al tiempo que se preparan para mover el esqueleto.
Nuevamente Santiago se escabulle en el grupo, conformado por diecisiete integrantes.
El festejo que sacude el primer día de la semana terminó. Las secuelas tardan en irse. “Hay que quedarse tranquilo unas horas, dejar que decante la vibración”, explica Santiago, sentado en una tarima que forma parte del camarín, con una botella de agua mineral “sin gas” en su mano derecha, sobre el momento de meditación al cual debe llegar después de los shows, porque sino el efecto podría ser contraproducente. “Por ahí te dormís y a media mañana te levantás y quedás así (abre grandes los ojos verdes y crea una cara atónita)”.
De a poco Santiago tranquiliza su cuerpo, sus sentidos, pero su ropa y su pelo transpirados evidencian ese “eco” que suele llamar “post-Bomba”. Ahora la figura es él, sólo él. Porque en escena siempre es parte del montón artístico, una actitud que tiene presente en el momento de llevar adelante sus proyectos y que, en este caso en particular, sumado a su originalidad y trayectoria musical, plasmadas en La Bomba de Tiempo, le valió la nominación a los Premios Clarín Espectáculos 2009, como “revelación melódica popular”, que se entregarán el próximo 30 de noviembre.

- Si bien tu función en La Bomba es la de director principal, antes de que te toque asumir ese rol, sos uno más del resto. ¿Qué valor tenés del concepto “grupo”?
- Por un lado, es el desafío principal del colectivo. Ese es el trabajo que merece la pena, más que la calidad del trabajo individual. Pero creo que la capacidad que podamos lograr al trabajar en común es el valor real de ese concepto, que es lo que me llena de experiencia y aprendizaje.

- Hasta al público integran en el show…
- Totalmente. Yo siento que nuestra función es un rol dentro de `algo´ que está sucediendo y que es más grande que el grupo mismo: nos incluye a nosotros, a cada persona, al público en general, a los técnicos y hasta al barrio. Y eso es magnífico, porque nos sirve para manejarnos en comunidad.

A Santiago Vázquez le resulta habitué trabajar en equipo. Y gracias a la tolerancia de la unidad es como en más de diez años logró acaparar diversos y prestigiosos músicos, y conformar diferentes agrupaciones musicales en donde despliega su pura y flexible imaginación, combinada con su capacidad artística como multiinstrumentista.
El multifacético argumenta que cada trabajo que realiza le resulta necesario, ya que desde ahí se explicita su nivel de maduración. No obstante, hay algo más por lo cual se ve destinado a encararlo: “En algún lugar hay algo que me está exigiendo hacerlo”, cuenta y deja en claro que no sólo se trata de una elección. “No sé de donde despierta, pero es como la sed, una especie de necesidades puntuales que de pronto ¡tuc! (golpea con la mano izquierda su cabeza), se aúnan en una idea y ahí aparece esa vocecita”.
“Encarar un proyecto es como jugar a las damas: si no veo que la idea logra comer mi necesidad interior no me muevo, espero”. Aquí es cuando Santiago esclarece esa pizca de madurez que cree necesaria para desembocar en una producción: reflexión y motivación. “Tuve que esperar bastante hasta sentir que podía mostrar en público mi saber como percusionista”, manifiesta y hace referencia a Juan Carlos “Mono” Fontana -pianista argentino destacado y gran innovador del uso de la improvisación en vivo con diferentes instrumentos- como la persona que lo motivó para lanzarse “en el circuito de los bombos”, tras la convocatoria al dúo La Cangura, allá por 1996.


La intuición, guía de un improvisado
Definir a Santiago Vázquez resulta bastante dificultoso a la hora de encasillarlo en una labor específica de la corriente musical. Desde chico (1972), su ambición se centró en la búsqueda constante de nuevos sonidos, a través de la innovación combinada con el canto, la composición musical y el estudio de los instrumentos.

- ¿Cómo describirías la evolución que adquiriste, al poner en la balanza tu desarrollo hasta como productor musical?
- (Piensa elevando los ojos hacia arriba). Es un caminito, un paso te lleva al otro. Uno nunca sabe a dónde va ni por qué está dando el paso que da, simplemente seguís a la intuición.

- ¿Se podría establecer que la intuición fui tu guía?
- Sí. Según mi criterio, me parece muy importante creerle a esa percepción, no tenerle miedo, porque en la dirección que uno esté siempre habrá algo que valdrá la pena encontrar.

- ¿Qué fue lo que descubriste? (Antes de contestar, formula una sonrisa contagiosa, llena de picardía, recuerdos y ganas por seguir redescubriéndose.)
- Con la percusión volví a sentir la esencia de mi infancia, (lo dice entusiasmado).

Hace 29 años, el ahora director de orquesta de percusión y baterista profesional, se pasaba la mayor parte del día “jugando al músico”: ponía una serie de objetos de cocina en la alfombra de su comedor, en su casa, y “con palitos” les pegaba e inventaba canciones.
Así fue como, con el paso de los años, se decidió a tocar la batería. Pero mucho tiempo no duró, si no hubiese conocido el sentido de los instrumentos que hacen a la percusión y la libertad que esconde la experimentación.

Familia y música, una “delicada” combinación
El límite que un músico puede trazar entre la familia y el arte es dilatado. Y su combinación podría resultar “delicada”, como sugiere calificarla Vázquez que, siendo padre de dos niñas y esposo de una mujer que lo acompaña en cada proyecto que lo puede tener horas encerrado en su estudio de producción, concibe a la familia “como el sostén enérgico” de sus creaciones. “Es cierto que la familia y la música son dos mundos disímiles y conjugarlos bien, sin que se dañen, es dificultoso, pero –aclara- cuando la base en casa está bien yo puedo encarar con tranquilidad mi trabajo”.
Todavía sus hijas no han tenido la posibilidad de acompañarlo en sus diferentes conciertos. Sin embargo, desde que nacieron mamaron bien de cerca “el mundo” que rodea a Santiago Vázquez, ya que no puede desprenderse ni un minuto de los instrumentos.
Sin vacilar, el multiinstrumentista -que usa como bandera la intuición- se imagina a sus “nenas”, dentro de unos años, subidas a un escenario acompañando a su padre al ritmo de la vibración.



Por Agustina Heb

sábado, 5 de diciembre de 2009

El pacto del bolsillo y las chillonas

Desquiciadas, en plena convulsión y exasperación, cuelgan sus bolsillos sobre las telas que, retaceadas y luego fundidas, confluyeron en prenda. No tienen otro propósito, sólo prenderse a ese fino, resbaladizo, contagioso y ¡cómplice! atuendo. El por qué tiembla, medita, hasta que de sus ojos supura un signo que envicia, la clave del vicio. Una “ese” traspasada, cortada, que se desangra en aquéllos bolsillos. Suciedad. Más consumo. Más ambición. Nuevamente ellas, ahí, olfatean sin cintura, sin importar el qué dirán adentro de ese ambiente-recargado-de-retazos-valiosos. Pero afuera la cosa cambia, la palabra prejuicio danza en las mentes de señoras -¡y hasta pequeñitas!- enfrascadas en la “ese” partida a la mitad. Débil antes, en el bolsillo, pero fuerte cuando sale a la vista del montón.
Suavidad preciosa, estampa rabiosa, contagio de manos que se multiplican en el ambiente, tacos que pisan nerviosos el piso (hasta sudan).
Desvío de ojos, el bolsillo elije, la mano acepta, los dedos manosean el deseo. Las mujeres pactan con el bolsillo. Respiran profundo, tragan suavemente –con risita chillona que se escapa de entre sus dientes manchados con rush- y se piensan ahí, en el montón de retazos. El pacto se concreta. La mente volvió a fallar.

Soplo de vértigo

Estaba parada, derramando gotas sobre sus mejillas,
queriendo escapar de su pesadilla,
buscando un refugio para olvidar sus penurias,
engañada en promesas que la condenaron
a quitarse el alma.
Olvidó amar, y se paró frente al mar.
El pasado y el presente se convirtieron
en un instante de vértigo.
La brisa pegaba fuerte.

Las cinco puntas de la mano

Como las líneas que se entrecruzan
en la palma de mi mano,
sigo girando en el desorden.
Mis dedos, como puntas, equivalen
a las puertas que debería sortear
para ver en cuál de todas ellas estás,
tardío amor, esperanzador.
Y mientras me sumerjo en los candados,
observo -extasiada en ansias- si mi llave
coincide en las concavidades de tu raíz,
fina, lunga, cuasi consciente de que te pruebo.
Y me repruebo.

jueves, 3 de diciembre de 2009

Entrevista al escritor Juan Terranova

“Necesito conexión a banda ancha y que funcione bien para poder escribir”

Algo inquieta a Juan Terranova. No deja pasar muchos minutos entre cada una de las veces que da vuelta ese cuadrito de la librería Eterna cadencia -donde presentó Los amigos soviéticos (2009), su novela más reciente- para buscar algún indicio. No saber quién es el escritor ahí retratado no parece dejarlo tranquilo, y la falta de una referencia en forma de plaquita de bronce, como las que llevan los portaretratos de Gabriel García Márquez y Oscar Wilde, no ayuda. Su incertidumbre se transforma en denuncia: “Esto es marketing, tener estas fotitos acá porque es una librería”. Entonces, el escritor, que tiene 33 años, convierte al marketing el política. Los mozos del bar de Eterna cadencia probablemente advertieron extrañados, cuando Juan dejó el local, que la cara de ese escritor en blanco y negro, que quizás ellos tampoco sabían quién era, había sido reemplazada por una foto a color de Martín Sabbatella, dirigente del partido Encuentro por la Democracia y Equidad (EDE), donde Terranova milita.
Sin embargo, su denuncia no es condena. Juan, considerado uno de los escritores de “la joven guardia”, denominador común de un grupo de autores recopilados en un libro homónimo en 2005, entiende al marketing como un elemento instrínseco del ambiente en el que se mueve: “El mundo de la literatura está pegado al mundo del marketing, y no es necesariamente algo malo. Muchos nos acusan (a los escritores de “la joven guardia”) de que no escribimos y vivimos de la promoción, de levantarnos a las secretarias de las editoriales. ¿De qué moral tachamos al marketing? La tachan desde el momento que no la pueden hacer ellos. Yo publiqué once libros y escribí 130 columnas semanales”, resalta.
-¿Por qué no te gusta ser rotulado como un escritor de “la joven guardia”?
- Para empezar, nunca fui guardia y ya empecé a dejar de ser joven. No creo que yo represente a ese colectivo de gente, tengo mi lugar de pertenencia en otro lado, por ejemplo, en La 3era, que es la revista que estoy haciendo ahora y en el partido donde empecé a militar este año.
La política es personaje pero no protagonista en Los amigos soviéticos, que narra la cotidianeidad de un porteño junto a dos amigos rusos, en un constante y espontáneo revisionismo del comunismo soviético, con guiños a la Argentina del 2008, conflicto campo-Gobierno incluído.
-La historia que remite la novela, ¿podría haber ocurrido en otra época?
-No, hubiera sido otra novela. Me interesa que la literatura tenga un lugar de procendencia, que se fije en algún lado. Uno de los grandes capitales simbólicos que tiene el escritor es el presente. Vale la pena contar historias sobre lo que pasa hoy y acá.
-¿Cómo llevás a cabo tu proceso de escritura, con este anclaje en el presente que te gusta que lleve como marca?
-Siempre tengo muchas ideas en la cabeza, que probablemente nunca escriba, y las anoto. Cuando encuentro la solución performativa para esa idea, la forma de escribirla, el libro sale. Hay una pata en mi escritura que tiene que ver con incluir cosas que me van pasando, en forma anecdótica. Pero también está la otra pata que es la web. Trabajo mucho con materiales, tengo archivos de Word organizados. En otra época, cuando escribí mi primera novela, El caníbal (2002), trabaja con recortes de diario.
-Hiciste una transición de papel a la web, ¿hoy podrías escribir sin internet?
-No, necesito conexión a banda ancha y que funcione bien para poder escribir, sino me siento desnudo. Si existe esa famosa cabaña en el bosque, donde los periodistas se retiran a escribir una gran obra, por favor que la mía tenga wi fi.
Juan -que hoy vive “un poco de los libros, un poco de la docencia y un poco del periodismo”, al que define como “el peor oficio del mundo”- es un confeso adicto a internet que define a Facebook como “el nuevo porno”. “Hay una idea de espiar en el Facebook, un placer voyeurista de que tiene que ver con mirar la intimidad del otro”, explica. Además, agrega que permanece horas mirando fotos en esa plataforma y que colecciona imágenes de fiestas de disfraces. “Es un experimento social que me encanta -expresa-, es una de las actividades literarias a la que más tiempo le dedico”. Sin embargo, confiesa que aún no sabe como trasladará este ejercicio a su literatura.
El escritor, que tiene un blog, una cuenta en Twitter y, por supuesto, Facebook, considera a la explosión tecnológica como la tercera revolución industrial.
-¿Qué implicancias tiene esto, tanto a nivel social como literario?
-Está cambiando el tejido social, la forma de relacionarnos. Lo que llama la atención es que los escritores no reaccionen contra esto más rápido, que en lugar de escribir sobre este fenómeno lo sigan haciendo sobre sus yo internos aburridos. Uno de los grandes temas de la literatura, como es la infidelidad, se reconfigura totalmente a partir de la tecnología en comunicaciones. Si Madame Bovary viviera hoy tendría tres celulares, se la pasaría chateando y sería fanática del Blackberry. Se juntarían la pasión de la mina por la lectura con la pasión por engañar al marido.


Un excelente navegador de la web que escribe libros

-Juan Terranova nació en Buenos Aires el 28 de diciembre de 1975.
-Estudió Letras en la Universidad de Buenos Aires.
-Hizo una maestría en Sociología de la cultura en 2002 .
-También en 2002, publicó El caníbal, su primera novela.
-En 2005, se publicó La joven guardia, una antología de autores jóvenes que incluía cuentos suyos.
-Trabajó durante años en la sección de cultura del diario Perfil, de donde lo echaron en 2007.
-Tiene once libros publicados, entre ellos, El pornógrafo (2005), Mi nombre es Rufus (2008) y Lejos de Berlín (2009).
-Entre 2005 y 2008 escribió en el blog ¿Cuál es la pregunta, Terranova?-En la actualidad, tiene un blog llamado El conejo de la suerte.
-Se define en el perfil de su cuenta de Twitter de la siguiente manera: “Nací en Buenos Aires, escribo libros y soy un excelente nadador”.
-De acuerdo a su Facebook, sus intereses son James Joyce, el tango, el nazismo, el comunismo soviético, los rinocerontes, los duraznos y Roberto Arlt.
-Tiene 869 amigos en Facebook.