26 de agosto
Hace 95 años pasó algo fantástico. Nadie imaginó que un pequeño cuerpo que respiraba por primera vez iba a escupir cuentos, así como un hombre puede escupir conejitos y sacarlos al balcón. Pero la palabra “cuento” limita, recorta, es injusta. Agregarle las novelas tampoco alcanza. Porque no es fácil entender a Cortázar -no mentes sino almas inexpertas las nuestras, encasilladas a eso que se supone es la realidad-, pero ese “no se que hay adentro mio” que queda después de leer una obra del escritor no está contenida en los géneros literarios por sí solos y no tiene nada que ver con lo clasificable. Cortázar captura y hace respirar vida cotidiana, ómnibuses, ciudad, amenaza, extrañamiento, preguntas: humanidad. Sobre todo, sentimiento, porque es esa la palabra que más se acerca a ese “no se que hay adentro mio”.
Y al hecho de que haya existido un hombre mágico, en el sentido literal, acá no hay metáforas, cuya imagen incluso aporta a lo fantástico de su persona -un hombre en cuya altura y mirada coincide la eternidad-, no hay que encontrarle una explicación racional. Las búsquedas mejor dejárselas a un hombre y una mujer que aún hoy se persiguen en París. No hay que bajarlo a tierra. ¿Para qué, si, justamente, lo que deja en manifiesto es que hubo un Dios en la tierra? Y si esta razón no alcanzara, si alguien en el lugar del Dios quisiera colocar al empirismo y, por tanto, negar la afirmación anterior, aún en ese caso, por homenaje al gigante, se aceptará lo fantástico, lo irracional, como parte de lo real.
Porque es ese el legado de Cortázar, al menos así lo entienden estas dos manos que encuentran en el impulso las razones para escribir este texto y no en saberes o conocimientos que justifiquen su autoría, es habernos contado, ¡gritado!, que la realidad, desde una mirada desautomatizada de esta vida dividida en 24 horas cuyo mandato ¿divino? es ser destinadas a la producción, al mercado, es extraña, es fantástica.
Son ventanas que se abren y a veces dejan entrar a lo racional y otras a lo mágico. O quizás las dos sean la misma cosa.
Hace 95 años nació Julio Cortázar.
Hace 95 años pasó algo fantástico. Nadie imaginó que un pequeño cuerpo que respiraba por primera vez iba a escupir cuentos, así como un hombre puede escupir conejitos y sacarlos al balcón. Pero la palabra “cuento” limita, recorta, es injusta. Agregarle las novelas tampoco alcanza. Porque no es fácil entender a Cortázar -no mentes sino almas inexpertas las nuestras, encasilladas a eso que se supone es la realidad-, pero ese “no se que hay adentro mio” que queda después de leer una obra del escritor no está contenida en los géneros literarios por sí solos y no tiene nada que ver con lo clasificable. Cortázar captura y hace respirar vida cotidiana, ómnibuses, ciudad, amenaza, extrañamiento, preguntas: humanidad. Sobre todo, sentimiento, porque es esa la palabra que más se acerca a ese “no se que hay adentro mio”.
Y al hecho de que haya existido un hombre mágico, en el sentido literal, acá no hay metáforas, cuya imagen incluso aporta a lo fantástico de su persona -un hombre en cuya altura y mirada coincide la eternidad-, no hay que encontrarle una explicación racional. Las búsquedas mejor dejárselas a un hombre y una mujer que aún hoy se persiguen en París. No hay que bajarlo a tierra. ¿Para qué, si, justamente, lo que deja en manifiesto es que hubo un Dios en la tierra? Y si esta razón no alcanzara, si alguien en el lugar del Dios quisiera colocar al empirismo y, por tanto, negar la afirmación anterior, aún en ese caso, por homenaje al gigante, se aceptará lo fantástico, lo irracional, como parte de lo real.
Porque es ese el legado de Cortázar, al menos así lo entienden estas dos manos que encuentran en el impulso las razones para escribir este texto y no en saberes o conocimientos que justifiquen su autoría, es habernos contado, ¡gritado!, que la realidad, desde una mirada desautomatizada de esta vida dividida en 24 horas cuyo mandato ¿divino? es ser destinadas a la producción, al mercado, es extraña, es fantástica.
Son ventanas que se abren y a veces dejan entrar a lo racional y otras a lo mágico. O quizás las dos sean la misma cosa.
Hace 95 años nació Julio Cortázar.
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