miércoles, 26 de agosto de 2009

Un Dios en la tierra – El abandono a la búsqueda de la explicación


26 de agosto
Hace 95 años pasó algo fantástico. Nadie imaginó que un pequeño cuerpo que respiraba por primera vez iba a escupir cuentos, así como un hombre puede escupir conejitos y sacarlos al balcón. Pero la palabra “cuento” limita, recorta, es injusta. Agregarle las novelas tampoco alcanza. Porque no es fácil entender a Cortázar -no mentes sino almas inexpertas las nuestras, encasilladas a eso que se supone es la realidad-, pero ese “no se que hay adentro mio” que queda después de leer una obra del escritor no está contenida en los géneros literarios por sí solos y no tiene nada que ver con lo clasificable. Cortázar captura y hace respirar vida cotidiana, ómnibuses, ciudad, amenaza, extrañamiento, preguntas: humanidad. Sobre todo, sentimiento, porque es esa la palabra que más se acerca a ese “no se que hay adentro mio”.
Y al hecho de que haya existido un hombre mágico, en el sentido literal, acá no hay metáforas, cuya imagen incluso aporta a lo fantástico de su persona -un hombre en cuya altura y mirada coincide la eternidad-, no hay que encontrarle una explicación racional. Las búsquedas mejor dejárselas a un hombre y una mujer que aún hoy se persiguen en París. No hay que bajarlo a tierra. ¿Para qué, si, justamente, lo que deja en manifiesto es que hubo un Dios en la tierra? Y si esta razón no alcanzara, si alguien en el lugar del Dios quisiera colocar al empirismo y, por tanto, negar la afirmación anterior, aún en ese caso, por homenaje al gigante, se aceptará lo fantástico, lo irracional, como parte de lo real.
Porque es ese el legado de Cortázar, al menos así lo entienden estas dos manos que encuentran en el impulso las razones para escribir este texto y no en saberes o conocimientos que justifiquen su autoría, es habernos contado, ¡gritado!, que la realidad, desde una mirada desautomatizada de esta vida dividida en 24 horas cuyo mandato ¿divino? es ser destinadas a la producción, al mercado, es extraña, es fantástica.
Son ventanas que se abren y a veces dejan entrar a lo racional y otras a lo mágico. O quizás las dos sean la misma cosa.
Hace 95 años nació Julio Cortázar.

sábado, 22 de agosto de 2009

La luz roja

Movimiento. Verde, amarillo. Ahora el colectivo desacelera. Rojo. Un sacudón leve para adelante y el cuerpo de Federico se detiene adentro de la jaula de hierro. Por afuera es roja y amarilla, con detalles pintorescos que recuerdan a otra época, pero a una Buenos Aires más Buenos Aires que esta de la avenida Cabildo donde la bestia se detiene ante la luz roja. Cruza un cardumen. Las caras para abajo a ver si se les pierden los pies. De vereda a vereda, de gris cemento a blanco pintura y otra vez cemento y sí, los zapatos siguen ahí. Eso piensa Federico pero el cardumen es siempre igual -estos no son peces de colores- y se aburre.
Al lado hay otro elefante pero este es de los nuevos, no centenario, aunque llega hasta avenida Centenario y justamente por eso no es rojo, es colorado. Las ventanas son amplias y en su amplitud está Federico cuando ve al especimen que se ubica detrás del colectivo vecino, el colorado. Es normal, ni la gran cosa ni la poca. Pero él piensa en cómo sería si gente de 1950 viera ese auto. El batimóvil les parecería. Mira para adentro. No, no es Batman. Aunque ella bien podría ser Gatubela. Hasta tiene el mismo color de tez que Halle Berry. Entonces se acuerda de esa película en la que Halle interpreta a una mujer pobre que, cocaína de por medio, ¿o era heroína? No, una heroína no puede ser porque abandona a su hijo en un tacho de basura. Pero después uno se encariña, cuando lo quiere recuperar y llora. Ah, la mujer del auto también está llorando.
Federico se imagina que el ruido que hacen las pavas cuando hierve el agua le sale por la nariz. Aprieta las manos como ganchos a los bordes de su asiento, pero es no es lo grave. Lo terrible es que las manos del hombre que no es Batman aprieten como ganchos a los brazos flacos de Halle Berry. Y lo peor es cuando mira esos brazos, Federico, porque el hombre mira para adelante, al vidrio del auto, y lo que le sale de los ojos se parece al fuego. Esos dos brazos llenos de moretones. Y el no Batman aprieta y lastima cada vez más a la mujer. Y la ventana que separa al colectivo de Federico del cemento de la calle transforma a su furia en impotencia. Por un momento los ganchos sueltan a Halle, pero no, es para peor. La mano se eleva, se eleva a la altura de la cara de tez oscura. Amarillo. La cachetada. Federico salta pero el colectivo sigue estando ahí, y lo sigue separando de la escena de la que es testigo. Verde. Luz verde para él.

lunes, 17 de agosto de 2009

La costa del mar de la isla de Seto

Un sacudón sin viento y Japón llegó a Buenos Aires. Así, seco, bruto. Por sobre todas las cosas, atemporal. Hiroshímiko. Ya por esos años, pocos para una vida, debía haber escuchado la teoría, que si se hace un pozo en Argentina se llega a Japón. Cuatro años debía tener. O tal vez faltaban cuarenta y cinco para mi nacimiento. La cosa es que una bomba explotó en Japón y se sintió en Buenos Aires. A mi no me lo contaron, lo escuché.
Años de recapacitación, meditación, aproximación, teorización y otros ción y la conclusión es esta: Promediaba el año 1944 cuando. O mejor empezar con: Érase una vez un joven japonés llamado Asakusa Yanurabi, criado en la costera y apacible, por ese entonces, ciudad de Hiroshima. ¿Hiroshima es costera? Google. Wikipedia. Érase una vez un joven japonés llamado Asakusa Yanurabi, criado en la costera y apacible, por ese entonces, ciudad de Hiroshima, que fue fundada en 1589 sobre la costa del mar de la isla de Seto, y tiene una población estimada de 1.157.962 personas, una densidad de población de 1.279, 5 personas por km² y una superficie total de 905,01 km². Asakusa era un muchacho tranquilo. Un muchacho tranquilo suena mediocre. Asakusa no llevaba el viento en la sangre, como todo buen muchacho japonés, cortés y burgués, sabía reprimir en tiempo y forma sus instintos y pasiones. Respetuoso de quienes lo precedieron en el honor de portar su mismo apellido, es decir, sus mayores, disfrutaba de pasar horas mirando el cielo y el mar (la costa del mar de la isla de Seto), permitiendo a su mente deambular por rincones éxoticos de su imaginación, mientras pretendía escuchar las historias que su abuelo remitía. Una tarde de marea baja, en el que la ausencia de viento y olas obligaba al joven a atender las palabras del anciano, se enteró de la teoría. Fue una revolución para su intelecto chaval enterarse de que un pozo en Hiroshima lo arrojaría en Argentina. Allí el General se imponía como figura central de la política y la sociedad, un terremoto destruía la ciudad de San Juan y cincuenta años más tarde lo mismo haría una bomba con la Asociación Mutual Israelita Argentina. Efemérides.
Los días de Asakusa Yanurabi se volvieron monótomos, con un objetivo escrito en su frente que perturbaba su visión en el espejo por no verse realizado. Primero fue una cuchara, después una pala y por fin un sofisticado sistema extraetierra. La locación cuidadosamente premeditada, lo más lejos posible de la playa, de la costa del mar de la isla de Seto, porque su experiencia le dictaba que cuando se cavaba en la arena pronto emergía el agua del agujero. Cacofonía. Agua agujero.
Y la parte trágica. Acá hay que cuidar que el tono sea trágico, bien dramático. Signos de exclamación, ahí va. ¡Aquel pozo que no representaba otra cosa que un agujero profundo, cual la profundidad del mar de la isla de Seto, en la infancia y en la inocencia de Akakusa Yanurabi! Y la tierra que de él extraía, que no era sino el vestigio, las ruinas de lo que algún día sería. ¡Un gran hombre! Padre de jóvenes tan prudentes como él lo había sido mientras cavaba, cavaba y cavaba agotando a cuentagotas la fuente de su juventud. No eterna, efímera, juventud pura. Esposo, más que eso, ¡fiel compañero!, de una hermosa doncella que cuidaría su virtud, ¡hasta la noche de su boda!, para después cuidar de él, de Asakusa, hasta que este pereciera en su lecho. Todo eso sería. No, no sería. Todo eso hubiera sido a no ser por la bomba, por la implosión que con ella se llevo el pozo y la joven vida.
Y acá viene lo contario de una analepsis, porque es para adelante. Buenos Aires a destiempo. Corría el año 1994. Las suelas de los zapatos de una mujer fueron sacudidos de su estable contacto con el piso, una leve pero notoria vibración subió por su cuerpo recorriéndolo hasta llegar al lugar donde se les atribuyó una significación que fue posteriormente relacionada con una noticia leída en el diario. Cincuenta años tardó el estruendo en atravesar el agujero zurcado por Asakusa Yanurabi y llegar a los cien barrios porteños. A uno de ellos, al menos, llegó, como un eco japonés, hiroshímiko, el temblor desde el mar de la isla de Seto. Como un sacudón sin viento. Partículas de aire japonés volando por Buenos Aires. Y qué extraño, estadounidenses, japoneses, judiós y menems estaban involucrados en la cuestión. Y cabía en la unión de esos dos átomos de oxígeno la política, la violencia, la guerra y la estupidez.
Otra no queda, tiene que haber sido así, sí o sí.

jueves, 13 de agosto de 2009

Escuela de Frankfurt y el Mayo Francés

El país de la utopía

Las consignas levantadas por los jóvenes que protagonizaron el mayor movimiento estudiantil encuentran una estrecha relación con las teorías de Marcuse, Horkheimer y Adorno.


La Revolución Francesa fue la única revolución exitosa. No faltan adherentes a esta teoría, basada en el hecho empíricamente constatable de que el sistema impuesto por ella aún perdura. La Revolución Rusa es hoy la crónica de un modelo del mundo radicalmente distinto frustrado. En Cuba ya hay celulares y cada vez más Obama y menos Fidel.

Sin embargo, los pensadores de la escuela de Frankfurt refutaron el éxito de la gran revolución burguesa y ubicaron en ella una traición a las banderas de “igualdad, fraternidad y libertad”. Es justamente a este abandono del potencial emancipatorio al que se enfrentaron los protagonistas del Mayo Francés. Francisco Fernández Buey, catedrático español y autor del libro Utopía e ilusiones naturales, se refirió al acontecimiento como una “insurrección democrática que anunciaba el retorno a los principios de la gran Revolución Francesa”.

Tomando a autores como los alemanes Herbert Marcuse y Max Horkheimer, los estudiantes que impulsaron la protesta universitaria, que se extendió al movimiento obrero y a temáticas tales como la liberación sexual y el antiimperialismo, tomaron como consigna la lucha contra el orden existente, al cual consideraban injusto y desigual.

En este sentido, Marcuse había descripto en su ensayo “Acerca del carácter afirmativo de la cultura” (1935) el modo en que en la era burguesa -como denomina a todo lo que vino después de la Revolución Francesa- los dispositivos de la cultura, en manos del poder, propiciaban la aceptación de lo existente. Las insignias “Si lo que ven no es extraño, la visión es falsa” y “Sean realistas: pidan lo imposible”, presentes en el inventario de carteles y pintadas que adornaron esos turbios días de mayo en París, que amenazaron la continuidad del entonces presidente Charles De Gaulle, responden a esta lógica de cuestionamiento de las condiciones materiales existentes.

El autor, perteneciente a un cuerpo de investigadores sociales alemanes de corte marxista, también definió al arte como el espacio en el que las clases burguesas permitían un instante de felicidad a las clases oprimidas. De acuerdo con él, sin embargo, ese momento debía ser efímero porque el trabajador tenía que volver a su rutina alienada. A esta concepción responden las consignas: “Decreto el estado de felicidad perpetua”, “El arte es mierda” y “La cultura más hermosa es el adoquín”.

En la misma línea, Horkheimer y Theodor Adorno habían desarrollado en los estudios que componen La dialéctica del iluminismo el modo en que el ejercicio de la razón instrumental, que profesa la confianza ciega y exaltación de los hechos, cifras y fórmulas matemáticas, había puesto a la ciencia al servicio de la industria y, por tanto, del mercado. La vuelta a los aspectos del ser humano que habían sido relegados por la razón práctica está contenida en la emblemática frase del Mayo Francés: “La imaginación al poder”.

El espíritu de los acontecimientos desarrollados por los autores de la Escuela de Frankfurt estuvo presente en los reclamos ejercidos por los estudiantes franceses. Así lo pone en evidencia la declaración inscripta en la entrada de la Sorbona, universidad que fue eje del movimiento: “Queremos que la revolución que comienza liquide no sólo la sociedad capitalista sino también la sociedad industrial. La sociedad de consumo morirá de muerte violenta. La sociedad de alienación desaparecerá de la historia. Estamos inventando un mundo nuevo original”. De más está decir que estos ideales hoy forman parte de la lista de las utopías que nunca pudieron perder el carácter de tales.

domingo, 9 de agosto de 2009

Relámpago

Desnudo en la 9 de Julio siente que todo terminó.
Aprieta su mano, luego arroja la furia…
Tras un minucioso parpadeo, ella está ahí, a su lado.
Todo pasó muy rápido…
Quizá el tiempo explique por qué siguieron caminando,
¿será el amor que los eternizó?
La utopía en una gota de lluvia

La gota de lluvia reposa sobre mi rostro,
mientras me decís utopías sobre el amor.
Te miro, me pregunto si ahora es el momento
para decirte que eres la maravilla de los mundos
que se entrelazan con soplos de ilusiones.
Y en un abrir y cerrar de ojos me doy cuenta
que estoy acá, en aquél lugar donde comencé
a soñarte, a imaginarte.
Tomo tu mano, emprendemos el camino que nos
llevará a la aventura de convertirnos en seres reales.
Y la utopía regresa, pero ya no puedo seguirte, no
logro alcanzarte...
Y nuevamente desperté.
*A la mujer que me quiso como una madre

Armadura infinita, siempre de pie
El viento no te lleva, te deja envolver
Recorres los suelos, siempre de pie
Abriendo tu alma, amas y dejas ser amada
Hablas, y pisas más fuerte
Miras, y te dejas conocer
Paraste, sólo para advertir que seguirás,
y vuelves a la marcha...
No dejaste que te pisaran, lograste que te escucharan
Ahora te sienten, porque no te equivocaste
Seguís las huellas, te siguen como a una estrella

sábado, 8 de agosto de 2009

El intento por entender vidas ajenas

Paul Auster: la pluma que refleja la práctica de la soledad

Su singular personalidad y la experiencia de vida le valen
al novelista estadounidense para crear historias marcadas
por hechos actuales que tensan la convivencia entre países.

“De las profundidades del subconsciente, de un abismo al que no tengo acceso. Anidan ocultas dentro de mí mismo hasta que un día surgen y entonces las observo: ideas, personajes, palabras”. Paul Auster, escritor estadounidense, argumenta que de ese modo surgen las historias que luego trasladará a las hojas que alimentan sus libros. Pero precisamente se vio atrapado en un marco histórico que lo arrastró a crear una novela donde el condimento esencial era la guerra: el atentado a las Torres Gemelas el 11 de septiembre de 2001, y la consecuente Guerra de Irak vs. Estados Unidos, este último arrastrado por el entonces presidente George W. Bush, hicieron que Auster reforzara su lucha política desde la literatura, con el fin de liberar su angustia por la trágica pelea de poder que aqueja al mundo. Lo interesante es que en esa farsa operación bélica estos dos acontecimientos no aparecen, sino que el enfrentamiento es entre norteamericanos: Estados Unidos vs. Estados Unidos.
La obra se llama Un hombre en la oscuridad (2006). La persona a la que remite el título es el protagonista, un escritor y crítico literario que, inmerso en la angustia, en el pasado, y en la oscuridad de la noche, hace uso de su insomnio: inventa en su mente una guerra civil y hace responsable a su protagonista de “liquidar” al creador de tal historia, para finalizar el conflicto.
El personaje del novelista Auster es un hombre solitario que luego de sufrir la muerte de su mujer, tiene un accidente, queda inmóvil y se instala en casa de su hija y de su nieta, personajes que también viven en soledad. Así, el personaje se detiene en contar su propia creación a raíz de la falta de sueño y alterna su relación con su familia, y los problemas de ésta. Ahora, ¿por qué razón Paul Auster hace ficción con una trama sostenida por la soledad? Las cosas siempre tienen un sentido, de modo que existe una respuesta: el hombre de la pluma expuso al mundo su don de novelista gracias a La invención de la soledad, obra que escribió tras la muerte de su padre y que, según él, es el intento de encontrar el sentido que había tenido su vida, con quien nunca estableció una amigable relación padre-hijo.
Por otro lado, Auster se considera a sí mismo como un hombre que tiene gusto por la soledad, sobre todo a la hora de escribir: puede pasarse horas encerrado escribiendo. Este detalle de su personalidad y la vida a la que fue destinado hicieron de él una persona dedicada a hacer ficción: el intento de entender vidas ajenas. Así se emprende la marcha a Un hombre en la oscuridad: su autor sintió la necesidad de transmitir los problemas del mundo actual y de los pequeños detalles que hacen a la vida de las personas, sus manías, traumas, angustias, sufrimiento; realidades que, a veces, se hunden en la soledad.
Quizá Paul Auster deja escondido entre las líneas el deseo propio de que se instale en las sociedades modernas la paz, donde la convivencia entre seres humanos sea real, utopía de hoy oscurecida por las guerras que cambian el curso de la historia, pero que de joven sintió y vivió cuando apenas se mudó a Brooklyn, Nueva York, hace mas de veinte años - y donde sigue viviendo-, aquel sitio que lo inspiró en sus obras más trascendentes de la literatura universal: “Es un barrio algo misterioso que se te mete por debajo de la piel y se queda ahí. (…) Tiene la diferencia que mientras que en todas partes las diferencias étnicas y religiosas son una fuente potencial de los conflictos, aquí se vive con armonía”, señala en una entrevista concedida en 2008 al diario español El País.

El Monstruito que cerró el parque de la imaginación

Hace días que mamá no me da una sorpresita cada vez que salgo de la escuela. También, hace días que papá está en casa cuando, por la tarde, luego de hacer la tarea, tomo la leche con mi hermana. Me pregunto por qué está acá y no en el negocio, su lugar de trabajo que, cada vez que lo iba a visitar- y hablo en pasado porque he dejado de ir- se volvía para mí un parque de diversión: pasaba horas inventando juegos con maquillajes, desodorantes y jabones; eran momentos que disfrutaba para abrir mi imaginación.
Su aspecto no es el de siempre, observo que tiene los ojos tristes, como cuando yo estoy a punto de llorar porque me retaron si me comporté mal. Está muy flaco y nervioso, no deja de fumar y cuando habla su mandíbula se traba un poco, según el médico tiene “disfunción temporomaxilar”.
Por estos días, en los noticieros los periodistas hablan todo el tiempo de las “próximas elecciones legislativas que definirá el futuro del Presidente” y además sobre el cercano aniversario del atentado a la mutual judía AMIA. Observo cada movimiento de papá. Está leyendo el diario, pero lo hace de manera rápida y no deja de hacerle comentarios a mi mamá, que lo mira y le hace un movimiento con la cabeza como de negación y acota: “Espero que la gente se dé cuenta que este tipo- por el entonces presidente Carlos Menem- está hundiendo al país, vamos a quedar todos en bolas”.
Como ya sé leer, desde la otra punta de la mesa, alcanzo a visualizar lo que está escrito en la tapa: “El desempleo continúa en alza (La Nación, 12 de julio de 1997)”. Como no entendí mucho la frase me animo a meterme en la conversación y a preguntarles qué significa. “Agus, eso significa que cada vez hay más gente que pierde su trabaj…”, dice mamá interrumpida por papá: “Dejá, yo les voy a explicar que es lo que está pasando acá”. Nos sentamos en ronda en la mesa, y papá empieza a hablar…”Hijas- cuando usa esa palabra es porque algo importante tiene para decir- estamos pasando un momento muy grave. Los que nos gobiernan y en especial nuestro presidente, el Monstruito- por Carlos Menem- están haciendo cosas en la economía que afectan a la gente, y por eso muchas personas pierden su trabajo…”.Sin vacilar, los dos se miran y papá respira “muuuy” hondo, y continúa: “Seguro han notado que desde hace días estoy mucho tiempo en casa, y de nuestro negocio ya no hablo más. Bueno, la cosa es que me fundí, y tuve que cerrarlo. Ahora soy un desempleado…desde ahora voy a tener que salir a buscar trabajo y vamos a tener que cuidar el bolsillo, comenzó el tiempo de las `vacas flacas´”.
Y sí, ahora ya entendí que papá como tantas otras personas se había quedado sin trabajo, todo por culpa del Monstruito. Tengo claro que si no recibí más sorpresitas es porque no alcanzaba el dinero para cosas que en realidad no nos hacen falta, y que ahora me voy a tener que conformar con lo que tengo y a valorar mucho más mis juguetes, en especial las Barbies, ¡que son tan caras!.
Me acerco y abrazo fuerte, pero muy fuerte, a mi papá, mientras le seco las lágrimas. Siento en su cuerpo que está más liviano, más tranquilo. Sé que muchos chicos como yo van a pasar por lo mismo, y sé que muchos padres se quedarán sin trabajo, como el mío. Pero van a ser ellos quienes, con su lucha diaria, harán llorar a “los de arriba”.

sábado, 1 de agosto de 2009

El incolumnado *

*Consigna para la facultad: descubrir y describir una "especie" en la Feria del Libro.


Una leyenda popular dice que bien atrás de nuestras memorias, ahí donde escondemos todos aquellos acontecimientos de nuestra vida infantil cuya asistencia requirió una firma en nuestro cuaderno de comunicados, todos nosotros, los humanos, tenemos reminiscencias de haber pertenecido a la especie que voy a describir a continuación.
La entrada al mundo de los vivos se da, para estos seres, de una manera muy burocratizada. Un papel sirve de pasaporte para el traspaso de la no existencia a la existencia. Es decir que los “escolaris excursionus” cuentan con una partida de nacimiento antes de respirar por primera vez.
El “durante” del pasaje del no ser al ser también cuenta con características muy particulares. Los nacimientos son colectivos, nunca individuales. Multitudinarios pero, sin embargo, ordenados. Los miembros de la comunidad naciente se ubican formando lo que nosotros conocemos como “filas”, columnas de individuos. En este punto tan temprano en su paso por la vida, surgen los primeros rebeldes, esos especímenes que se alejan del comportamiento que se espera que ejerzan los escolaris. Revoltosos, gérmenes de revolucionarios, subersivos: la peste. Afortunadamente, como siempre en nuestra historia, la parte más diestra del ser humano sabe introducirse en la formación de estos descolumnados desde el inicio: la maestra ordena al alumno que forme en fila como el resto de los miembros de su especie.
Una vez superado el parto, los escolaris se encuentran ya en el hábitat donde transcurre su existencia. Recorren eternos pasillos que son, para ellos, como avenidas y rutas. Lo que en nuestras modernas sociedades llamamos “Estados-Naciones”, para los escolaris toman la forma de “Stand”. La observación metodológica que un investigador llevó a cabo, mientras hacía trabajo de campo, reveló que un determinado individuo de la especie demostraba un sentido de pertenencia muy marcado dentro del “Stand 1364”. Los científicos compararon este comportamiento con en nacionalismo profesado por muchos humanos.
Si bien la vida de los escolaris excursionus no presenta mayores sobresaltos, hay un dato que alarma. Exámenes cognitivos realizados a distintos especímenes dan a conocer que la mayoría no es conciente de su razón de ser, es decir, del motivo por el cual fueron expulsados al mundo. No es de público conocimiento entre ellos que su hábitat, ese que presenta techos muy altos y pabellones que hacen las veces de continentes, alberga la presencia de objetos inanimados con el potencial de poner a funcionar su alma: solo requieren el trabajo conjunto de dos ojos, una mente y un corazón.
El fallecimiento de estos seres se da en iguales características que su nacimiento, solo que en el sentido inverso. Así como muchos hombres que estuvieron cerca de la muerte dicen haber visto una luz blanca que los acercaría a su nuevo destino, aquellos escolaris que se aventuraron antes de tiempo a la salida que da a Plaza Italia afirman haber divisado un colectivo naranja que sería su vehículo a la vida después de la muerte.
Durante esa existencia post-mortem de la que solo los excépticos descreen, puede ocurrir que algún individuo rebelde tome en sus manos uno de esos objetos inanimados previamente descriptos, es decir, un libro, y se sumerja en él. Este hecho fortuito, no obstante, poco habrá tenido que ver con su vida terrenal como niño en una visita escolar a la Feria del Libro. Y si bien siempre habrá alguien para ordenarle que vuelva a formar fila, la experiencia de dejarse atravesar por la lectura le permitirá seguir siendo para siempre un incolumnado.